martes, 24 de agosto de 2021

LAS MASCARILLAS

                 

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            Los niños y niñas de esta generación, los bebés que han nacido en los últimos tres años, los adolescentes y jóvenes, están viendo como ha cambiado su elenco de actividades y sus vidas en general, sobre todo las relaciones. Hay aspectos y vivencias que no serán como la de sus hermanos, ni volverán a repetirse, porque los meses transcurren. Ya llevamos para un año con restricciones, encierros, contagios, ciudades perimetradas, algún familiar contagiado, muertes, hacerse la pcr, acto desagradable y doloroso para ellos. .. También estamos observando y constatando que son los que mejor soportan llevar la mascarilla muchas horas al día puesta: en el cole, en la calle, en los parques, si se ven con amiguitos y/o compañeras. 

Algún amigo/a que trabaje en los Institutos puede  decir que a los adolescentes y jóvenes les molesta llevarla y hay que estar a menudo recordándoles la norma. (Son adolescentes y una de las maneras de manifestar su propia identidad es rebelarse contra el sistema.) Lo que ocurre, es que ahora, eso puede llevar a algún familiar al hospital o a la muerte. Es normal ver a menores con mascarillas jugando mientras los adultos fuman o comen pipas, sin ellas.

            Los profesionales de la educación que estamos con los niños y niñas en las Escuelas Infantiles, en los Colegios e Institutos, nos ven a todas horas también con ellas. Para los peques de las Escuelas de 0 a 3 años y los de segundo ciclo de Infantil, no es obligatorio que las lleven aunque si sus hermanos mayores la usan, ellos también quieren. Y los más pequeños no utilizan el gel hidroalcoholico al entrar en el centro, se lavan las manos.

Curioso, lo tienen tan interiorizado, que cuando entran en los sitios hay que echárselo, ellos también quieren. Lo de la mascarilla igual, lo han integrado en sus hábitos y rutina, y lo hacen, así, sin más. 

           No nos ven las caras enteras ni todas las expresiones que podemos llegar a hacer a lo largo del día, ni las emociones que podemos expresar,  porque llevamos más de la mitad de la cara tapada.

          Así que el otro día en la Escuela, con los peques, uno de ellos me tiraba de la mascarilla y se reía. Siempre se está riendo y es muy simpático.

Y yo le decía: “No cariño, que no me la puedo quitar”. Y yo sonría también y le di un achuchón, pero él no veía la sonrisa, ni  mis labios; solo los ojos encogidos por encima de la mascarilla y las cintas de ésta.

Insistía de nuevo con su manita en tocármela y querer quitármela para jugar. Para verme la cara, supongo. Y sí,  que era cierto, que eso era lo que él pretendía.

         Me retiré más de metro y medio y me la quité. Desde lejos le sonreí. El me señalaba con el dedo y se echaba para atrás andando. Le dije: “¿Esto es lo que tú querías verme no?  Mi cara entera. ¡¡Cómo nos reíamos los dos!!! y los otros peques, que estaban en el aula.

No me dijo nada con palabras. Todavía no habla, solo tiene  veinte meses. Su cuerpo, sus manos y su cara, expresan lo que aún no puede con palabras.

Y decidí en ese mismo instante que tenía que dibujarlo. Expresar con la pintura y los dibujos lo que vivo, aprecio y valoro tanto. Es de las mejores cosas que puedo hacer. Y estas acuarelas son  la muestra.

Por eso me gusta la Educación, por la ternura de las criaturas, por sus abrazos y sus sonrisas, por la vivacidad de sus ojos y la decisión de sus acciones, sin miedo, ni rencor.

Dedicarme a la enseñanza, cerca de treinta años, es de las mejores decisiones que tomé en mi vida. Y eso que lo de ser maestra lo descubrí mientras estudiaba la carrera. Pero esa es otra historia.

Eire MTC, 7 de febrero de 2021.


Lola y su mamá.

 

BAJAMAR

El olor a mar disipa la vuelta al pensamiento. Sentidos, cada a cara, bloqueando el efecto del otro. 

La fragancia a sal, marea baja y las piedras, protusiones de la superficie, emergen del agua  tras el azulultravioleta. Me recuerda que estoy en la playa, en día sin viento, de esos de calma chicha y nubes que esconden a Lorenzo. La contraposición de sentidos hace estar atento a lo que sucede alrededor.

Cuando los estratocúmulos se desplazan, el sol de las trece cuarenta inunda mi cuerpo y reacciona la piel expuesta.

Aves, crustáceos, rocas, mar, humanos, compartimos esta mañana de bajamar. Alborozo en algunos grupos de seres. Charlas sin ánimo, sobre el ibi en alguna ciudad lejana. Alguna caída en las piedras con verdín y algas. Peques jugando en los charquitos que quedan entre las rocas. Chorlitejos que corretean de tres en tres presurosos tras algo invisible a mis ojos. Gaviotas desafiantes en la orilla rocosa.

Bañarse,  es la opción obligatoria. El contraste de temperatura entre mi piel y el mar es formidable y ésta agradece la frialdad en el cuerpo caliente.

Sube la marea y hay traslados  de las piedras a la arena, del mar a las rocas y de las rocas a la arena. Cada día es distinto y parecido al anterior.

Un gachó se ríe explotando en carcajadas y los chillidos se escuchan en la pequeña cala alborotando el sosiego del lugar.

La indecisión del grupo se reduce al ruido armado y a las mujeres de cuerpos esculpidos en patatas y bellotas.

El sol hace que encoja la mirada.

Cuerpos tatuados y sombreros de paja. Sombrillas multiculor y piel sonrosada.

¡¡Qué felicidad de descanso!!!!

 

Eire MTC    9.08.2021