BAJAMAR
El olor a mar disipa la vuelta al pensamiento. Sentidos, cada a cara, bloqueando el efecto del otro.
La fragancia a sal, marea
baja y las piedras, protusiones de la superficie, emergen del agua tras el azulultravioleta. Me recuerda que
estoy en la playa, en día sin viento, de esos de calma chicha y nubes que esconden a
Lorenzo. La contraposición de sentidos hace estar atento a lo que sucede
alrededor.
Cuando los estratocúmulos se desplazan, el sol de
las trece cuarenta inunda mi cuerpo y reacciona la piel expuesta.
Aves, crustáceos, rocas, mar, humanos, compartimos esta mañana de bajamar. Alborozo en algunos grupos de seres. Charlas sin ánimo, sobre el ibi en alguna ciudad lejana. Alguna caída en las piedras con verdín y algas. Peques jugando en los charquitos que quedan entre las rocas. Chorlitejos que corretean de tres en tres presurosos tras algo invisible a mis ojos. Gaviotas desafiantes en la orilla rocosa.
Bañarse, es la opción obligatoria. El contraste de
temperatura entre mi piel y el mar es formidable y ésta agradece la frialdad en
el cuerpo caliente.
Sube la marea y hay traslados de las piedras a la arena, del mar a las
rocas y de las rocas a la arena. Cada día es distinto y parecido al anterior.
Un gachó se ríe explotando en carcajadas y los
chillidos se escuchan en la pequeña cala alborotando el sosiego del lugar.
La indecisión del grupo se reduce al ruido armado y
a las mujeres de cuerpos esculpidos en patatas y bellotas.
El sol hace que encoja la mirada.
Cuerpos tatuados y sombreros de paja. Sombrillas
multiculor y piel sonrosada.
¡¡Qué felicidad de descanso!!!!
Eire MTC
9.08.2021
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